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8 de marzo una jornada de concientización y lucha. No tenemos nada que celebrar. Por Graciela Holtz

No es mi intención tocar todos los temas que nos atraviesan a las mujeres en tan pocas líneas. Más difícil aún es reconocer que estamos lejos todavía de vivir en un mundo en dónde exista la igualdad de oportunidades para nosotras, y siendo realistas, en algunas de las temáticas que nos atraviesan, vamos en franco retroceso, no por las mujeres, sino porque el Estado Nacional actual no entendió los procesos que oportunamente se iniciaron y que tenían como fin mejorar la vida de miles de mujeres. Sin hablar de violencia voy a decir que estamos en crisis, más que nunca las mujeres somos víctimas de ella y los Estados en la mayoría de los casos se han mostrado cuanto menos ineficaces; peor aún, han disminuido su presupuesto o no lo han ejecutado, a pesar de decir que es el primer tema en la agenda política.

La continua profundización de las medidas de ajuste que el Gobierno ha implementado, el desempleo, el aumento de tarifas, el empobrecimiento general de la sociedad, afecta principalmente a las mujeres, recortando su autonomía y vulnerando sus derechos fundamentales. Siguiendo esta línea, la Reforma Previsional en Argentina, profundiza la desigualdad de la estructura socio- económica al tiempo que agranda la brecha de género y perjudica especialmente a las amas de casa, empleadas domésticas y trabajadoras precarizadas.

Además es necesario destacar que las mujeres representan el 99% de quienes administran la AUH y el 86% de quienes ingresaron a la moratoria y accedieron a jubilarse sin haber completado los 30 años de aportes. Esta moratoria, que ya no existe, quiere decir que tuvimos un Gobierno Nacional que oportunamente reconoció a las mujeres e intento reparar la desigualdad estructural de condiciones y un Gobierno como el actual, que de un plumazo desconoció este hecho.

Este factor, sumado al ajuste económico y al crecimiento estructural de la pobreza, incide notablemente sobre el acceso a oportunidades, como el trabajo y la educación, fundamentales para lograr la autonomía como paso necesario para erradicar todo el abanico de violencias que afecta a las mujeres.

El paro internacional del 8 de marzo, del que participan miles de mujeres de alrededor de 60 países, se propone así, como una jornada histórica, porque supone visibilizar un hecho esencial: el peso de las mujeres en el sistema productivo y la falta de políticas que garanticen sus derechos. Significa salir unidas a las calles para hacerse escuchar, para decirle a la sociedad que ya no puede ignorar una deuda histórica.

Según el INDEC durante 2017 la tasa de desocupación fue de 10,2 % de mujeres y 8,5 en varones y en los casos de menores de 29 años la cifra trepa hasta un 21%, mientras para los varones de la misma franja es del 17%. La brecha salarial es del 27% pero se ensancha al 35% en los trabajos más precarios, sumado a que ahora además de precarizadas, no podrán jubilarse.

Varios son los factores que se esconden tras estas cifras. Existe una marcada asimetría en la distribución de las tareas del hogar entre hombres y mujeres. El tiempo dedicado a este trabajo no reconocido socialmente, ni remunerado, impacta en las posibilidades de formación y desarrollo personal, teniendo en muchos casos y principalmente debido a esto, trabajos precarizados y peor pagos. En tal sentido la primera encuesta realizada por INDEC sobre trabajo no remunerado y el uso del tiempo señala que las mujeres dedican un promedio de 6,4 horas diarias a estas tareas, mientras en los hombres el promedio es de 3 horas. El organismo informa que el 76% del trabajo doméstico no remunerado es realizado por mujeres.

Como sucede en múltiples ámbitos sociales, el trabajo se encuentra marcado también por una división basada en estereotipos de género que limita las posibilidades de inserción laboral. En este sentido las tareas del hogar continúan siendo concebidas como una exclusiva responsabilidad de la mujer, que en función de roles culturalmente asignados se ve obligada sacrificar así, otros aspectos de su vida para atender las demandas domésticas. Naturalizar estas ocupaciones invisibiliza una profunda desigualdad que se mantiene a lo largo del tiempo y que además está atravesada por la diferencia de clases ya que las mujeres de mayores ingresos tienen posibilidad de delegar estas tareas en otras personas, también mujeres.

Para ellas tampoco es fácil, a pesar de tener mayor o igual formación educativa que los hombres se enfrentan a los denominados techos de cristal, en argentina solo el 4% de las empresas están dirigidas por mujeres. En el fondo lo que se cuestiona es la capacidad de las mujeres a la hora de tomar decisiones y se supone la maternidad como un conflicto para el trabajo.

Por ello, creo que todavía queda un larguísimo camino que recorrer. Mucho que reflexionar como sociedad. Pero principalmente hoy, ahora, con un modelo económico como el actual, que empobrece y nos relega, la necesidad imperiosa de reclamar por nuestros derechos y exigirle al estado políticas que no vayan en retroceso, y que prioricen el logro de la autonomía económica, no solo por la dignidad de las mujeres y para disminuir la brecha real de desigualdades en la que vivimos, sino como una herramienta para frenar la violencia. Este es un paso, no el único, pero debe darse y el Estado debe acompañar necesariamente. Creo honestamente que el Gobierno actual no entendió lo que significaba para las mujeres precarizadas durante toda su vida poder jubilarse, no entendió a lo que las expone, pero fundamentalmente lo que no entendió es que era necesario reparar esa desigualdad estructural y porque. Nada que festejar, nada.

Legisladora Graciela Holtz (FpV).

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