
Por: Julietta Donoso y Mariano Torres.
Sierra Grande | Pusimos el mapa en Google y caminamos hasta la Villa Hiparsa, en una casa modesta pero colorida encontramos un jardín que esconde un universo botánico asombroso. Allí vive Jésica Catalán, docente y apasionada coleccionista de plantas, que junto a su familia con dedicación y creatividad ha reunido más de 300 especies de cactus, suculentas y otras, en un pequeño paraíso vegetal.
Una pasión que floreció con el tiempo
“Empezó con el mejoramiento del frente de mi casa”, cuenta Jésica, mientras recorre los estrechos senderos que separan las macetas, alineadas casi sin espacio entre sí. Lo que empezó como un simple deseo estético pronto se convirtió en una afición profunda, alimentada por el estudio, la observación y los vínculos con otras personas con intereses similares.

Su colección no solo incluye plantas comunes, sino también variedades exóticas, algunas de alto valor económico. Entre sus tesoros verdes se encuentra una planta que perteneció al querido docente Osvaldo Placci, una reliquia viva que Jesica cuida con especial cariño. “Cada planta tiene una historia, un origen, un nombre científico, y yo las explico todas cuando alguien me visita”, dice orgullosa.
El arte de cuidar lo vivo
Cuidar de tantas plantas no es tarea sencilla. Junto a su esposo, Jesica prepara la tierra y reutiliza todo tipo de recipientes: desde tapas de termos hasta viejas ollas o baldes de lavandina. También crean «kuramas», composiciones artísticas que combinan estética y naturaleza en macetas artesanales.
El mantenimiento incluye técnicas que muchos desconocen: el uso de canela como fungicida y desinfectante, el control de humedad con drenajes naturales, y una rigurosa observación diaria para evitar plagas o enfermedades. “Es como tener una familia más”, bromea mientras acaricia con delicadeza una suculenta que apenas asoma entre otras más robustas.
Intercambios que siembran comunidad
Pero Jesica no cultiva solo plantas: también cultiva vínculos. En su casa o en casas de otras vecinas se organizan encuentros de intercambio de plantas, donde mujeres (y algún que otro curioso) se reúnen a compartir esquejes, experiencias y charlas entre mates y regalos.

“No importa si no tenés plantas, podés venir igual y llevarte una. La idea es compartir, aprender, y embellecer nuestros hogares”, explica. Los intercambios suelen ser gratuitos, aunque algunas especies de colección se ofrecen a precios módicos. Además, Jesica ha establecido contacto con viveros y coleccionistas de otras localidades, como Viedma y Rawson, fortaleciendo una red que va más allá de lo local.
En el grupo de Facebook “Intercambios de Plantas”, que ya reúne a más de 400 miembros, se organizan estos encuentros, se comparten consejos y se mantiene viva la pasión por lo verde.
Un aula viva
Como docente, Jésica no puede evitar enseñar en cada paso. “Les explico a mis visitantes el nombre científico, la temporada de floración, los colores y hasta el origen geográfico de cada especie”. Sus recorridas por el jardín se convierten en verdaderas clases al aire libre, donde cada planta es una lección viva sobre la naturaleza, la paciencia y el cuidado.

Jésica Catalán es un poco «la señora de las plantas» y su casa, aunque sin espacio libre, está llena de vida. Vida que crece, se multiplica y se comparte con generosidad.
En tiempos donde lo natural parece tan lejano, su jardín es un recordatorio de que con dedicación, amor y algo de canela, todo puede florecer.