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EL TEMPLO QUE BROTÓ DE LA FE Y HABLA A TRAVÉS DE LOS ARCOS

Víctor Sodero Nievas y los cincuenta años de la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes: memoria, arquitectura e inspiración.

Por estos días, la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes cumplió 50 años, y con esa conmemoración se reavivaron memorias y símbolos que no sólo pertenecen al ámbito religioso, sino también al corazón arquitectónico y comunitario de Sierra Grande. En ese repaso inevitable por la historia viva del templo, la figura de Víctor Hugo Sodero Nievas —ex juez, hombre de fe, y creador del diseño actual del templo— se recorta con una humildad que contrasta con la magnitud de su legado.

Vista nocturna de la parroquia Nuestra Señora de Lourdes.
Vista nocturna de la parroquia Nuestra Señora de Lourdes.

“Lo más lindo que va a quedar de mi paso por Sierra Grande es la parroquia”, dice con emoción, durante su visita con motivo del aniversario. Y no es una frase hecha: él fue quien, inspirado por un extenso viaje a Europa, rediseñó la estructura del templo, transformándolo en lo que hoy es un símbolo tangible de espiritualidad y belleza.

Un viaje, una visión

Corría la década del 70 cuando Sodero Nievas realizó un viaje de dos meses por España, Francia e Italia. Aquella experiencia lo marcó profundamente. “Vi muchas cosas que me hicieron pensar que los templos no deben ser sólo funcionales, sino que tienen que hablar, transmitir algo de la fe que uno profesa”, recuerda. Así, al volver a Sierra Grande, encontró una iglesia que le parecía demasiado “cuadrada”, sin alma. “Era como una casa grande, pero no decía nada”.

Entonces nació la idea de redimensionar el campanario, darle un nuevo frente, representar la gruta de Lourdes y —lo más característico— incorporar las arcadas, que hoy dan identidad única al edificio. “Los doce arcos representan a los doce apóstoles, y el campanario se corona con las catorce estaciones del Vía Crucis. Cada arco tiene sentido: no es sólo estructura, es símbolo. Los siete del lado derecho simbolizan el perdón —setenta veces siete—, y los otros seis representan la armonía entre lo espiritual y lo temporal”.

Una arcada alberga a la Virgen.
Una arcada alberga a la Virgen.

Cada trazo de aquella obra fue fruto de la contemplación y de la fe. “Yo no soy arquitecto ni dibujante. Las ideas brotaban como agua de manantial. Fue una obra de Dios”, afirmó con convicción. En su relato, el arte no fue un fin, sino un medio para transmitir devoción y esperanza, algo que debía hablarle al pueblo desde fuera, desde la calle misma.

La fe como cimiento

En cada palabra de Sodero Nievas, la fe aparece como fuerza motora y refugio. “Si no tuviéramos fe, seríamos los más pobres, porque nos faltaría lo más importante”, sostiene. Por eso, su proyecto nunca fue solo estético. La presencia de Cristo, la Virgen, los evangelistas, la Trinidad y los símbolos bíblicos están integrados como parte de un discurso visual que guía sin necesidad de palabras. El templo, como él mismo dice, “habla por sí solo”.

Pero este relato no está completo sin mencionar a su hermano, Julio Sodero, figura clave en la vida comunitaria y religiosa del pueblo. “Es la parte más débil del reportaje, porque tengo que hablar de alguien a quien amé mucho. Julio fue un hombre grandioso, un verdadero hermano para todos los que pasaban por acá. Él hacía de puente con cada sacerdote que llegaba”. Ambos, desde lugares distintos, aportaron con fervor a una misma causa: construir comunidad desde la fe.

Un templo que es también historia social

La Parroquia no sólo es un espacio de culto. Ha sido, a lo largo del tiempo, un actor social clave. “La Iglesia siempre estuvo presente, incluso en los momentos difíciles, como la huelga del 75. Pero todo eso fue posible porque existía una base comunitaria real. No había clases sociales, éramos todos parte de lo mismo”, rememora.

Ese sentido de comunidad, de “ser y pertenecer”, se refleja también en la arquitectura: el templo fue pensado como un símbolo de unidad, accesible y legible para todos. “La armonía del edificio tiene que ver con la armonía social de aquellos años. El que pase por ahí, nunca se va a cansar de verla. No necesita explicaciones. Está todo ahí”.

El futuro como promesa

Al mirar hacia adelante, Sodero Nievas no pide grandes monumentos. Pide vocaciones. “Que vengan más obreros a tus mies. Que resurjan las vocaciones sacerdotales y también laicas. Que la Iglesia siga construyendo, siga siendo faro”.

Y concluye con una imagen tan poderosa como sencilla: hoy, al buscar “Sierra Grande” en Internet, aparece la parroquia como primera imagen. Eso —más allá de algoritmos y redes— habla de una fe encarnada en ladrillos, en arcos y en el corazón de un pueblo.

Por Julietta Donoso.

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